Desde mi adolescencia, aspiré a adquirir productos de Apple como el iMac o el iBook. Sin embargo, a medida que fui madurando y profundizando en el ámbito tecnológico, comencé a apreciar productos de otras compañías. Esto me llevó a un punto en el que los productos de Apple dejaron de despertar mi interés. Durante muchos años, fui un crítico de los productos de la empresa y de sus usuarios. No obstante, en los últimos años, he experimentado un cambio de opinión y, precisamente, en esta publicación, deseo compartir las razones que me han llevado a ello.
En primer lugar, es importante destacar que no puedo hablar en términos generales de Apple, ya que existen diversas líneas de productos y no todas han estado presentes desde mi interés inicial por la tecnología. Intentaré agruparlas para facilitar la explicación.
En primer lugar, abordemos las computadoras
Como mencioné al inicio, de adolescente anhelaba tener un iBook o una iMac. Eran dispositivos excepcionales para la época, considerando que hablamos de productos de 1998. Sin embargo, su alto costo superaba el presupuesto familiar. Finalmente, pude adquirir mi primer ordenador a los 17 años, un equipo de escritorio clonado que venía con Windows ME. En menos de dos meses, ya había instalado Linux y comenzado a explorar este sistema operativo que me cautivó y, en gran medida, definió mi trayectoria profesional.
A pesar de que en los años posteriores tuve acceso a equipos Mac como el iMac G4 y el iMac G5, o algunos Macbook, y los consideraba dispositivos excelentes, el uso de Mac OS X era muy similar a lo que podía realizar con Linux y KDE o Gnome en aquel entonces. Los procesadores de Intel eran superiores en potencia a los PowerPC de aquella época. Sin embargo, cuando Apple realizó la transición a Intel y los Mac comenzaron a incorporar procesadores de Intel, perdí el interés por ellos. Si bien tenían un diseño muy atractivo y eran superiores a la competencia, y el primer MacBook Air me cautivó, no se ajustaban a la filosofía que caracterizaba a Apple. Eran computadoras que requerían estar conectadas para alcanzar su máximo rendimiento y, en general, eran mucho más costosas que las opciones de la competencia, que ofrecían alternativas interesantes a un precio considerablemente inferior. Es posible que el problema de la competencia fuera que venían con Windows, pero para mí no representaba un inconveniente, ya que siempre lo desinstalaba e instalaba Linux.
Con el paso del tiempo, en mi trabajo comenzaron a proporcionarme computadoras portátiles en lugar de computadoras de escritorio. Sin embargo, en las portátiles noté que el rendimiento no era óptimo al estar conectadas a la corriente eléctrica, en comparación con el rendimiento al funcionar con batería. En muchos casos, se calentaban excesivamente y el ventilador generaba un ruido considerable. Estos problemas se intensificaban al instalar Linux, ya que la hibernación, suspensión y duración de la batería se veían afectadas. La optimización de Linux para obtener un buen desempeño en las portátiles se convertía en una tarea que requería un tiempo considerable.
Posteriormente, con la llegada de los dispositivos móviles, su potencia se volvió tan notable que deseé que los procesadores de las portátiles fueran similares. Alrededor del año 2018, los proveedores de servicios en la nube con los que he trabajado comenzaron a ofrecer servidores con procesadores ARM, los cuales utilizan la misma arquitectura que los dispositivos móviles. Demostraron que muchas cargas de trabajo podían compilarse y adaptarse a esta arquitectura, resultando en una mayor eficiencia y economía en la ejecución en la nube.
Esta situación despertó mi interés por experimentar con Linux en ARM, especialmente en una computadora personal. En 2021, adquirí una computadora con un procesador ARM de Mediatek que ejecutaba Chrome OS y permitía la instalación de Linux. Mi intención era utilizarla como mi computadora personal, pero en ese momento, los procesadores ARM disponibles no ofrecían un rendimiento aceptable, por lo que desistí de la idea. La computadora en cuestión era una Lenovo Chromebook Duet.
Sin embargo, a finales de 2020, Apple anunció la transición de procesadores Intel a sus nuevos chips Apple Silicon, presentando el M1. En reseñas y comentarios de usuarios, se destacaban las ventajas que ya conocía en los chips ARM y que deseaba experimentar con Linux, pero en una Mac. A pesar de mi interés, dudé en adquirir una Mac hasta el lanzamiento del chip M2 y la MacBook Air M2, momento en el que decidí probarla y me sorprendió gratamente.
Finalmente, después de años buscando una computadora portátil eficiente, encontré en la Mac todo lo que necesitaba: potencia incluso con batería, buena duración de la misma y un sistema operativo cómodo para trabajar. Si bien mis primeras experiencias con Mac y Mac OS X fueron similares a Linux, las nuevas Mac y macOS ofrecen una experiencia muy diferente. Apple ha mejorado significativamente el sistema operativo, integrándolo con otros dispositivos, lo que potencia la Mac al aprovechar dispositivos como Apple Watch, iPhone o iPad. Este tema lo abordaré más adelante.
Para comprender cómo Apple desarrolló este procesador para la Mac, es necesario hablar del iPhone…
Ahora, hablemos del iPhone…
Al anunciar Apple el primer iPhone, me conté entre los usuarios que se burlaron de la propuesta. En ese momento, utilizaba una Palm Tungsten E2 y me sentía cómodo con ella. Me agradaba su sistema operativo y, previamente, había utilizado una PDA de HP con Windows CE, la Jornada 547. Desde 2003, empleaba asistentes PDA y, si bien en ese entonces también usaba un dispositivo móvil, siempre los llevaba juntos.
Cuando Apple lanzó el iPhone, la marca HTC presentó dispositivos con Windows muy atractivos. Decidí regresar a Windows, en este caso, Windows Mobile, y adquirí una HTC Touch Viva. En ese momento, Windows Mobile ofrecía más posibilidades que el iPhone, que consideraba demasiado caro para sus prestaciones y con un sistema operativo limitado.
Tiempo después, llegó Android y decidí cambiar a este sistema operativo con un Sony Ericsson X8. Me agradó el cambio de Windows Mobile y Palm, que requerían un lápiz táctil, a la posibilidad de utilizar mis dedos para interactuar con la interfaz. Me cautivó Android y, además, al estar basado en Linux, me gustaba la opción de tener Linux tanto en mi computadora como en mi dispositivo móvil.
En 2011, Apple anunció Siri y adquirí un iPhone 4S debido a mi interés en esta función. Además, desde el año anterior, Apple había anunciado su propio procesador y deseaba probarlo. Sin embargo, el sistema operativo me pareció demasiado cerrado. Muchas tareas que realizaba en Android de forma inalámbrica, como sincronizar contactos, recordatorios, notas y otros datos, requerían conectarme a la computadora en el iPhone, similar a la experiencia con Palm o Windows Mobile años atrás. Esta limitación me pareció absurda, por lo que decidí abandonar el iPhone y regresar a Android, esta vez con un Samsung Galaxy.
Posteriormente, llegaron los Nexus y me sentí atraído por estos dispositivos de Google. Luego surgieron los Pixel, razón por la cual permanecí tantos años en Android. Sin embargo, después del iPhone 4S que tuve, Apple lanzó el iPhone 5 y el 5S, anunciando un cambio significativo en su procesador. Pasaron de utilizar procesadores de 32 bits a 64 bits, siendo el iPhone 5S el primero en incorporar esta tecnología. Me tomó un par de años actualizar mi Nexus a uno con procesador de 64 bits. No obstante, con la llegada de los procesadores de 64 bits en ARM, las cosas comenzaron a cambiar. Fue en ese momento cuando se evidenció la potencia de ARM y su capacidad para competir con lo que Intel ofrecía.
Con el paso del tiempo, recuerdo que en 2018, cuando Apple presentó el iPhone X, destacaron aspectos impresionantes de su procesador y la compatibilidad con Face ID. Lo que más me llamó la atención fue observar en videos de YouTube cómo la exportación de videos en Mac con procesador Intel Core i9, en comparación con el iPhone X, era notablemente más lenta, consumía más batería y generaba calor, mientras que el iPhone X la realizaba con mayor eficiencia energética y sin sobrecalentamiento. Este fue un punto de inflexión para mí, ya que el iPhone comenzó a resultarme atractivo. Además, el software había evolucionado significativamente, resolviendo la mayoría de las objeciones que tenía. En ese momento, las únicas desventajas que percibía eran el costo y la duración de la batería.
Sin embargo, temas relacionados con la sincronización, la dependencia del ecosistema y la falta de personalización, así como la navegación por botones, ya eran aspectos del pasado y habían sido de los que más había criticado en los iPhones hasta ese momento. Las cosas siguieron evolucionando y el iPhone XR y el iPhone 11 fueron dispositivos que consideré adquirir, pero solo fue hasta el iPhone 13 que me di la oportunidad de volver a probar un iPhone (debido a que quería probar el Apple Watch, del cual hablaré más adelante). En este sentido, también puedo decir que el software ha evolucionado tanto y existen aplicaciones de Apple tan interesantes que me hicieron sentir cómodo con un iPhone. Un factor que me llevó a elegir un iPhone fue la evolución que ha tenido su arquitectura en procesadores, la cual es muy buena, lo han demostrado. Cuando esto llegó a los Mac, sin duda, demostraron la capacidad que tienen estos procesadores.
Ahora, hablemos del iPad…
Al anunciar Apple el iPad en 2010, no comprendí la utilidad de este dispositivo. En ese momento, lo probé junto con otras tabletas Android, pero las percibía como teléfonos con pantallas más grandes y no les presté atención. Sin embargo, cuando Apple comenzó a integrar sus procesadores más potentes en los iPad y a ofrecer aplicaciones adaptadas a este dispositivo, diferentes a las del iPhone, empecé a considerarlo una opción interesante.
Exploré otras tabletas Android y el modo escritorio de mi teléfono Android, incluso instalé Android x86 en mi computadora, pero la experiencia no era comparable. En ese periodo, existía el Lenovo Chromebook Duet, una computadora con Chrome OS que también funcionaba como tableta y ejecutaba aplicaciones Android. Consideré esta opción, pero al usar aplicaciones como Gmail, Calendario, Drive y la mayoría de las de Google, preferí las versiones web en Chrome a las versiones móviles de Android. Esto se debía a que las aplicaciones Android eran la misma versión móvil, y solo Calendario de Google se adaptaba mejor a la interfaz de la tableta. Sin embargo, la compatibilidad con Gmail web me generaba inconvenientes, por lo que dejé de usarla.
Sin embargo, Apple introdujo los procesadores M1 y M2 en los modelos Air y Pro de iPad, lo que dotó a estos dispositivos de mayor capacidad informática. Esta mejora permitió conectar monitores y utilizar pantallas externas, además de implementar el modo Organizador visual, que facilita el uso de ventanas. La integración con Mac se volvió tan completa que los iPad se volvieron mucho más atractivos y superiores a la competencia en Android.
Personalmente, los iPad comenzaron a interesarme cuando se lanzaron las versiones sin el botón Home en la parte frontal, con puerto USB-C y, especialmente, al observar el funcionamiento de estos modelos con el Apple Pencil, lo que me recordó el uso de las PDA años atrás. Este cambio de diseño, junto con la capacidad de contar con un procesador de computadora en lugar de uno móvil, la multitarea y el lápiz, fueron factores determinantes para cambiar mi perspectiva y comenzar a apreciar el iPad.
Finalmente, hablemos del Apple Watch…
Cuando Apple anunció el Apple Watch, no le presté mucha atención. En ese momento, utilizaba un reloj inteligente con Android Wear (ahora Wear OS) y me parecía suficiente poder recibir y responder notificaciones desde mi reloj, el cual contaba con un procesador de Intel.
Posteriormente, probé otros relojes de Fósil con procesadores de Qualcomm, supuestamente optimizados para relojes inteligentes, y con funciones de salud y GPS. Sin embargo, la experiencia deportiva con estos dispositivos resultaba frustrante debido a la corta duración de la batería al activar el GPS. En contraste, observé que los Apple Watch ofrecían un mejor rendimiento en la medición del GPS, una mayor autonomía, la posibilidad de realizar y recibir llamadas desde el reloj y la opción de eSIM. Estas características despertaron mi interés por adquirir uno. Recuerdo que el primer modelo que realmente me llamó la atención fue el Series 4. Estos relojes, equipados con un procesador propio de Apple, demostraron desde su lanzamiento una mayor optimización que los procesadores de Qualcomm o Intel. Además, la ejecución de Watch OS era superior a la de Wear OS.
El Apple Watch me cautivó tanto que, al lanzarse el Series 7, decidí adquirir uno. Al día siguiente de tenerlo, comprendí que no deseaba volver a los relojes que había utilizado anteriormente, incluyendo mi anterior dispositivo, un Galaxy Watch 4, que era excelente. Este dispositivo me motivó a permanecer en el ecosistema de Apple y darle una oportunidad. Posteriormente, anunciaron el Apple Watch Ultra, al cual me cambié. Considero que ha sido el mejor reloj que he tenido en mi vida. Lo utilizo para realizar diversas actividades físicas, como ejercicio, ciclismo, natación (incluso en el mar buceando) y caminatas. No necesito llevar mi teléfono móvil, ya que cuenta con eSIM con LTE, lo que me permite realizar y recibir llamadas, responder notificaciones y realizar pagos con la tarjeta utilizando NFC. Se ha convertido en mi mejor compañero, motivándome a cuidar mi salud.
¿Cómo se integran todas estas funciones?
Para concluir, la experiencia de utilizar un Apple Watch, un iPhone, un iPad y un MacBook ha sido la mejor en términos tecnológicos. Si bien en Linux y Android intenté replicarla en múltiples ocasiones, siempre me faltaban ciertas funcionalidades. Sin embargo, al integrarme al ecosistema Apple y poder contar con todos estos dispositivos, he logrado realizar las tareas que siempre deseé. En especial, la posibilidad de realizar y recibir llamadas desde la computadora, así como visualizar las notificaciones del teléfono, ha sido muy útil. Además, desde la Mac puedo acceder a la pantalla completa del iPhone y utilizarlo sin necesidad de tocarlo físicamente, todo esto desde una ventana de la Mac.
La Mac me permite escanear documentos desde el iPhone o el iPad, además de crear archivos PDF con múltiples elementos. El iPad, por su parte, es ideal para leer PDF y utilizar el lápiz para resaltar o subrayar información.
La funcionalidad de las notas de Apple en cualquier dispositivo me ha parecido excepcional y me ha permitido desarrollar el concepto de “segundo cerebro” que intenté implementar en otros dispositivos durante años.
La posibilidad de seleccionar texto, copiarlo y pegarlo en otro dispositivo me ha parecido maravillosa. Si bien en Android se podía lograr con una extensión para Chrome, la forma en que funciona en el ecosistema Apple es mucho más eficiente.
Finalmente, realizar videollamadas desde la Mac y utilizar el iPhone como cámara ofrece una experiencia mucho más profesional.
En esencia, Apple se ha dedicado a optimizar el funcionamiento de su software en todos sus dispositivos. Si bien hace algunos años existían limitaciones y aplicaciones que ofrecían mejores resultados, es innegable que Apple ha evolucionado gradualmente sus productos, incluyendo sus sistemas operativos, aplicaciones y dispositivos físicos. Esta evolución, impulsada por el desarrollo de sus propios procesadores, ha transformado mi perspectiva, pasando de ser un crítico de sus productos a un entusiasta que los recomienda abiertamente. En esta entrada del blog, expongo con claridad las razones que me llevan a esta conclusión.
En esta entrada, detallo con mayor precisión la experiencia completa.
Conclusiones
El factor determinante que hace que los productos de Apple resulten atractivos es el desarrollo de chips propios para cada uno de ellos. Estos chips son altamente eficientes y superan a la competencia. Si bien en el ámbito del cómputo han superado a Intel, enfrentan una fuerte competencia por parte de Qualcomm. Es probable que en el futuro haya una competencia intensa entre los chips ARM de Qualcomm y los de Apple. Asimismo, otras empresas como Google están desarrollando sus propios chips para dispositivos móviles, y es deseable que en el futuro los veamos en otros dispositivos.
Sin embargo, existe un factor adicional que distingue a Apple y en el que supera a la competencia: el consumo de batería. Es notable observar cómo el consumo de batería en un Apple Watch es superior al de otros dispositivos móviles con Wear OS, incluso aquellos con mayor capacidad de batería. De manera similar, la eficiencia energética de una MacBook supera a la de cualquier portátil con procesador Intel. Si bien en el caso de iPhone o iPad la competencia puede ofrecer dispositivos con baterías de mayor capacidad, lo que dificulta la comparación directa, al analizar el consumo por unidad de batería se evidencia la mayor eficiencia de los dispositivos Apple. Un iPhone, por ejemplo, puede alcanzar un día completo de batería con 3500 mAh, mientras que en Android se requieren baterías de más de 4000 mAh, e incluso en algunos casos más de 4500 mAh, para obtener el mismo rendimiento.
Como complemento a esta entrada, he creado una segunda parte donde detallo mi experiencia tecnológica previa a Apple y las razones que me llevaron a tomar la decisión de cambiar a sus productos.
Si esta información ha sido de su interés y desea profundizar en el tema, le recomiendo las siguientes entradas complementarias:
NOTA: Artículo reescrito con Apple Intelligence el 6 de marzo de 2025